Las cervezas artesanas no solo han ayudado a mejorar la apreciación por la cerveza de calidad, muchas han introducido una estética de diseño exquisita. No tienen el músculo de distribución y publicidad de los gigantes pero sí tienen la capacidad de darse más libertad para experimentar a la hora de crear sus productos.
El impacto de los ‘Craft Beer’, como se hacen llamar en el
mundo anglosajón, sigue siendo moderado pero cuentan con una ventaja. Mientras
que muchas cervecerías masivas se estancan, las pequeñas crecen. En Estados
Unidos las cervezas artesanales han conseguido una cuota de mercado del 4.3% y
un 6,9% de los ingresos totales. En Australia, donde han proliferado un
centenar de cervecerías independientes apenas llega al 1%.
En España esa cifra es aún más pequeña. Mahou-San Miguel,
Heineken y Damm controlan más del 90% del mercado. La única cervecería
independiente que ha conseguido hacerse un pie importante es Moritz, con una
cuota de mercado del 10% en bares y restaurantes de Barcelona.
En Alemania y Bélgica el concepto de las cervecerías
pequeñas está tan arraigado en su historia que hablar de cervecerías
artesanales no tiene mucho sentido. Componen buena parte del consumo y cada
región tiene sus marcas propias, que hacen que sean los mercados más
fragmentados del mundo.




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